Esta es mi historia,
pero podría ser la tuya.

martes, 2 de septiembre de 2014

Reconstruyámonos,

volvamos a nuestro equilibrio.

Ella solía odiar a los que odian y en cambio, ha comenzado a odiarse a sí misma.
Se mira en el espejo y lo único que desea es que estalle en mil pedazos, que se distorsione la imagen, que desaparezca.
Se ha convertido en una niña de porcelana,  frágil y apagada, a la que ya no le quedan más vidas.
Ha caído en las garras de una sociedad de mierda que le ha hecho creer que solo va a ser preciosa si tiene un cuerpo de revista o si desfila encima de una pasarela.
Para ella no hay mayor desastre que su cuerpo, ni guerra mayor que la que lucha cada día.
Apenas come y le tiemblan los huesos, y digo huesos porque es en lo que se ha convertido.
Ella se mira a sí misma y siente vértigo. Siente que le fallan las piernas, que no puede más. 
El corazón se le encoge y el aire empieza a parecerle escaso.
Ya no tiene ganas de salir, y por no salir no sale ni de la tristeza. 
Está cayendo como esa ceniza que cae al suelo, inapreciable pero existente. 
Se está dejando consumir, como las calles se dejan consumir por la nieve en invierno.
Ya no cree en nadie, sólo en las mentiras que su cabeza le ha hecho creer día tras día.
Nadie la entiende, y lo está perdiendo todo excepto el miedo.
Y es que sus ojos han perdido toda la vida que tenían, y su sonrisa se ha convertido en un telón que intenta ocultar el precipicio por el que está cayendo.
Y es que ella solo necesita sentir que es el poema de alguien.
Ella lo único que quiere es que alguien muera por sus huesos.

Querida sociedad creadora de estereotipos de mierda,
ahí fuera hay un montón de personas que son flores marchitándose día tras día. Personas que sienten que son las ruinas del mundo y que están a punto de tocar fondo.
Sois el detonador que derrumba el edificio, pero en este caso, derrumbáis personas, vidas.
Se nos está olvidando que no por tener un cuerpo de escándalo ni por vestir con lo último somos mejores. 
Deberíamos empezar a recordar que las personas más bonitas son esas que salvan vidas sin saberlo, esas que son primavera todo el año, esas que transmiten alegría y que tienen tanta luz dentro que ya podría acabarse la energía en el mundo que seguirían iluminando a quiénes tienen alrededor.
Para todas esas personas a las que ya no les sale la voz pero que tienen un grito atrapado en la garganta,
si nuestra sonrisa depende de lo que piensen los demás, jamás sonreiremos. Huye de quien te diga cómo vivir, porque nadie sabe cómo hacerlo.
Y es que de maniquís y de muñecas bonitas están las tiendas llenas pero de gente real, de gente de verdad, el mundo está escaso.
No permitas que te etiqueten con tallas demasiado grandes o demasiado pequeñas, porque la única etiqueta que tienes que llevar siempre puesta
es tu sonrisa.