Esta es mi historia,
pero podría ser la tuya.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Un ron miel aquí, por favor

Cuesta mucho reconocer que somos adictos.
Es como un pequeño tabú impuesto socialmente, ya que asociamos la palabra "adicción" a algo malo, a algo que acaba matando. 
Pero, por mucho que no queramos, todos tenemos alguna que otra adicción en nuestra vida.
Los hay que son adictos al sol y al calor que desprende. 
Otros que prefieren la comida y disfrutar de ella.
También existen personas adictas al sexo y a la felicidad que provoca.
Hay muchos tipos de adicciones, tantas como personas, y tan tóxicas como algunas de ellas.
Algunas con diagnóstico benigno y otras que necesitarán tratamiento con el tiempo.
Pero las peores, sin duda, son aquellas que te enganchan y no te dejan huir, nunca.
Esas de las que quieres salir porque sabes que acabaran destruyéndote pero que, aún así, no puedes hacerlo.
Hablo de drogas, hablo de personas.
Engancharte a alguien es lo más fácil del mundo y lo más difícil a la vez.
El poema más bonito de escribir y el más doloroso de leer cuando todo acabe.
Es un sí pero no.
Creedme, he visto a gente estar enganchada a la misma persona durante años. 
Sin necesidad de hablar,
Sin necesidad de verse.
Ese vicio al que volvería a engancharse sin querer una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.
Todos somos adictos a algo, o a alguien.
Y yo me declaro adicta.
A ti. A tus huesos.
A la comisura que forman tus labios cuando te ríes.
A tus abrazos.
A tus tés (quiero).
A todas esas cosas que me dabas, 
y que ya no.
Tengo muchos vicios, y todos contigo.
Y es que estaba hasta los huesos por ti, y ahora estoy hasta los huevos.
El problema es que queremos lo que nos mata,
porque en algún momento nos hizo sentirnos bien, 
pero como dicen por ahí.. lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aún lo malo, si poco, no tan malo. 
Quizás deba buscarme otros vicios, como el ron miel
pero poco a poco.
Por ahora ya he dado el primer paso,
reconocer que estaba enganchada,
jodidamente,
a ti.