Esta es mi historia,
pero podría ser la tuya.

viernes, 21 de junio de 2013

Tiempo de bochorno

22 de Junio, 2:14 de la madrugada, start the game. Mis ojos están tan abiertos como los comercios a las 9 de la mañana. ¿Ganas de dormir? No las encuentro. Mi cabeza ya no piensa. Ya no pone en marcha la batidora de ideas que ocupan mi mente. Por fin, tras mucho tiempo, descansa. Lo hace como nunca lo ha hecho. Desconectando de lo que ocurre fuera, prestando atención a lo que hay dentro, a lo que importa. Dicen que tras la tormenta tiene lugar la calma... Creo que por primera vez en mucho tiempo éste dicho cobra vida en mi. Hoy comienza el verano, y con él muchas risas, calor, buena compañía, aventuras, películas, libros, descontrol, fiestas, alcohol, siestas, campamentos, desayunos que se convierten en comidas... vamos, eso que muchos llaman vie cool.

 Dicen que la magia llega en verano, cuando el sol se expande por el cielo ocupando el día en su totalidad, cuando el tiempo ya no se mide en horas sino que ahora está en la lista de los más escuchados "dispongo de todo mi tiempo para ti", cuando todo aquello que pensabas y maldecías ya que creías que seria imposible cumplir/hacer entonces va y ocurre, sin avisar. Tiempo de reencuentros y de bonitas casualidades. Un segundo. Seamos sinceros, yo soy más de invierno. No tolero muy bien el calor y me da repelús la playa, pero dame una piscina, una hamaca, un buen libro y sol en cantidades industriales, y me casaré contigo. A pesar de todo lo anteriormente dicho, me encanta el verano. Sobre todo por una razón, puedo dedicarle el tiempo que se merece a cada cosa, cada persona, cada momento sin mirar el reloj ni preocuparme por mis quehaceres. Y para más inri, llegan a tu vida nuevas personas. Gente que a pesar de solamente pasar con ellas una semana al año, insuficiente por todos lados, me conocen más que muchas que veo a diario. Pero agradezco esto, posiblemente si me vieran a diario pasarían del amor al odio instantáneamente, como el chocolate paladín a la taza un minuto. Más vale poco e intenso que mucho y fastidioso.

Este verano va a ser distinto. Es mi verano y el de muchos que como yo dejan atrás una etapa, buena, por supuesto,  pero que pide una reforma express a gritos. Pienso sumergir mis pies en el agua hasta que la piel cree una sucesión de arrugas digna de los perros Shar pei, y entonces, y sólo entonces, seré capaz de alcanzar uno de los tantos cielos que engendran los distintos tipos de religiones. El estío es verde esperanza, así que para todo aquel que haya olvidado eso de que los sueños acaban cumpliéndose recordad qué como mi querido Murakami dice "las buenas noticias, en la mayoría de los casos, se dan en voz baja" y poquito a poco, como las tortugas, que avanzan sin prisa, sin preocuparse de si van a ser alcanzadas por la famosa liebre del cuento.

domingo, 16 de junio de 2013

Oxímoron

Oxímoron. Bien. Me gusta esta palabra. Y esa es la razón para usarla en esta entrada. Y de ahí que la inicie también con ella.

Diferencias. Similitudes. Comparaciones. Creo que a todo ser humano que se precie de este planeta alguna vez en su vida se le han pasado estos conceptos por la mente, y probablemente para indicar un contraste con alguien o para contrastar algo. Yo tiro la primera piedra, pues innumerables veces he balanceado de un lado a otro de mi cabeza estas ideas. Nuestra psique nos hace ser de una manera, u otra, eso se empeñan en hacernos creer muchos filósofos. Cada uno de nosotros es distinto, ya que la madre que nos parió no es la misma, en el caso de que sí lo fuera tendríamos algún lazo familiar. Hay gente que se empeña en seguir a alguien, en imitarlo, en intentar superarlo, alcanzarlo. Admiran tanto a alguien que lo imitan hasta la saciedad. Pues yo no apoyo esto. No voy a mentir y a decir que nunca me he fijado en alguien porque mentiría, pero jamás, y eso está en la línea de inicio de mis principios, imitaré a alguien. Es que ni planteármelo. Cada cual tiene una manera de ser, sí, eso a lo que hoy en día se le llama "carácter". Eso nos distingue y nos define. Es nuestro signo de identidad. Como el logotipo de nuestra marca favorita de patatis. Igual.

Creo que intentar ser como alguien no es algo bueno pero eso, desgraciadamente, es culpa de los valores que hemos ido adquiriendo por el camino. Pues maldita gracia. Aquí es donde cobra función el título, ya que somos perfectamente imperfectos. Ahí es donde está nuestra esencia. Ser "raro" no es un problema, ni mucho menos. Es tener unos principios y no barrerlos con la primera escoba que te encuentras en la calle. Tus rarezas son eso que a muchos les encanta de ti y te sueltan la típica frase que todos conocemos de "eres la primera persona que conozco que.." pero no todo es color aguamarina. Nanai. También es lo que la mayoría de la gente detesta de ti e intentaría cambiar si pudiese. Que se le va a hacer.

Soy partidaria de seguir mis valores y no dejarme influir por una sociedad cambiante, llena de publicidad y medios de comunicación que hace que desees con más ganas que nunca  ser poseedor de algo, pero también admito que he caído varias veces. Mea culpa. Frente a todo, soy así. Con todo este rollazo sólo quería dejar ver a todas esas personas que alguna vez han sido tachadas de raras o que ellas mismas se sienten así, que "no hay belleza perfecta que no tenga rareza en sus proporciones". Qué razón tenía Sir Francis Bacon con esta frase.

jueves, 13 de junio de 2013

Metamorfosis

Ante todo decir que a mi todo esto de escribir me pilla de cero. Pero considero que no hay mejor forma de comenzar una etapa nueva y cerrar otra que con un sitio donde poder dejar constancia de ti, y donde marques tu huella  en el mundo tan fuerte y con  tanta presión que hasta tu te lo creas. Cómo si pulsaras con rabia e intensidad las teclas de un teclado. Al igual que las plantas realizan la fotosíntesis, proceso por el cual transforman la materia inorgánica en materia orgánica gracias a luz, según wikipedia, yo estoy sufriendo una metamorfosis al igual que muchos anfibios, mariposas y demás seres. Es decir, estoy mudando la piel. Sacando la ropa de invierno del armario y metiendo en su lugar la de verano. Cambiando el azul intenso por un amarillo ácido, como el de Van Gogh.

 Llevo un año en el que no he podido asimilar absolutamente nada de lo que ocurría a mi alrededor. Simplemente me dedicaba a caminar cada día en el mismo sentido, a asentir con la cabeza y a intentar pasar el menor dolor posible. Pensando, siempre, que todos los días de mi vida serian así, que nada sufriría su proceso de metamorfosis, ni tan siquiera yo. Ha sido todo tan bonito, y tan complicado a la vez. Las personas que sentimos demasiado, que vivimos la vida de forma tan pasional que a veces hasta nos critican por ello, tememos los cambios. ¿Por qué? Buena pregunta. No lo sé. Es algo que llevo preguntándome siempre. Pero la única respuesta que hay es: me aterran los cambios.

Aún no he asimilado que todo ha acabado. Que ya soy, uy cómo suena la palabra, pre-universitaria y que empieza, para bien o para mal, una nueva época LLENA (sí, en mayúsculas) de cambios. ¿Miedo? pues sí. Pero ni mucho menos por el que vendrá, que seguro que es algo bueno, sino por dejar atrás algo que forma parte de mi. Es como quitarle a un hueso los ligamentos que lo unen con el resto. Pues lo notas.

No sé muy bien porqué escribo esto, pero sólo espero, y anhelo, que lo que me espera siempre sea para mejor y que a la vez lo vivido no permanezca en el olvido.