Esta es mi historia,
pero podría ser la tuya.

lunes, 6 de abril de 2015

Sacando el chubasquero

A veces, por mucho que el sol brille fuera por dentro parece que el cielo esté encapotado. Maldita la fuerza de la memoria que viene y te ataca, que cuando le apetece recuerda y cuando no pues no. Y justo recuerda cuando menos quieres o cuando menos necesitas.
En la vida, suceden dos tipos de cosas: las que recuerdas y las que no. Y esto es así. 
La memoria es un álbum de fotos instantáneo que inmortaliza todo aquello que más nos marca. Es selectiva y traicionera pero porque nosotros también lo somos. Sabe donde más nos duele y donde más nos han hecho daño. Y por alguna extraña razón la mayoría de recuerdos que tenemos son cosas que echamos en falta, que cambiaríamos, que antes teníamos y ahora no, o quizás no con la misma intensidad. Y da rabia, porque luego tratas de recordar algún momento concreto vivido con una persona y nada, parece que ni haya existido. Pero alguien se marcha de tu vida, o te rompe el corazón y lo recuerdas a la perfección. Y ahí, es cuando se despliega el nubarrón, los recuerdos, las emociones de ese momento e incluso los sentimientos. Y mira que a veces te esfuerzas en olvidar cosas... en quitarte esa capa de piel que tanto te quema. Porque la piel, por suerte o por desgracia, también tiene memoria.
Luego, hay recuerdos que tienes y que ni siquiera sabes porqué. Yo por ejemplo, me recuerdo a mi saliendo de casa con un maletín de las tres mellizas (que adoraba). Hasta ahí llega el recuerdo. Años más tarde, descubrí que ese era mi primer día de colegio y que en realidad, aunque no lo parecía, era un día importante. 
Hoy es un día de esos en los que a mi cabeza le ha dado por sacar a pasear esas cosas que prefiero mantener al margen, que preferiría que se esfumasen. Y ha hecho falta un día de estos para que vuelva a escribir, porque quizás cuando todo va bien, cuando nada te preocupa vas tan deprisa que ni siquiera tienes tiempo de frenar(te). 
Es entonces, cuando más vulnerables estamos, cuando aparecen las cosas de verdad, las que no sabías que estaban ahí ni que te preocupaban. Esto ocurre porque vamos de superhéroes cuando, en el fondo, todavía nos tropezamos con la capa. Y luego claro, vienen días con filtro pastel y necesitamos escupir el corazón, y si nos ponemos, incluso el pulmón.
Porque al final, hasta la personita más dura, tiene un día blandito.
Pero tranquilo, para eso está el chubasquero.