Esta es mi historia,
pero podría ser la tuya.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Diciembre.

Cuando un disco de Leiva lleva el nombre de un mes no se puede pensar otra cosa sino que es un gran mes. Un mes importante. No digo esto porque esté todo el año deseando que pasen rápido las hojas del calendario hasta llegar a la última, ni por ser la pequeña que nació en el mes de Diciembre. Vale, puede que sí pero sabéis que todos nos pasamos los días deseando que lleguen las vacaciones, sean las que sean. Cansados de la rutina buscamos un tiempo muerto que nos permita reengancharnos al partido. Pero algo pasa este mes. Y aunque suene a tópico es así, sucede algo mágico. 
Llega el frío y con él sus cálidas noches. Camas que antes estaban vacías se llenan en busca de calor. Las horas de oscuridad duran ahora casi el doble que las de luz lo cual permite pensar y soñar mucho. ¿Quien no necesita una parada para repostar? Pongamos como ejemplo una tarde de peli, manta y sofá. Suena bien, ¿verdad?
Para nosotros puede ser un mes más, de sobredosis de turrón y algún que otro lío con el champán, pero para mucha gente es El mes. Personas destinadas en la otra punta del globo vuelven  a casa sin esperar ningún regalo sino deseando ser el regalo de alguien. Familias que al menos coinciden y están de acuerdo una vez al año. Y qué leches, a nadie le amarga ver todas esas luces en la calle, y más con la que está cayendo. Salir a la calle y percibir el olor a chimenea, a tronco quemado. La calle está más bonita que nunca, llena de gente con cara de esperanza. Gente con cara de ilusión. Pero también hay gente que carga a sus espaldas 365 kilos, uno por cada día del año, uno por cada bache.
Aquellos Diciembres que nunca volverán, cuánto los recuerdo y extraño. En esta época todos estamos un poquito más tiernos, aunque no tanto como el pan bimbo. Sonreímos un poco más e incluso nos emocionamos. Dicen que la felicidad está ahora más cerca, habrá que ir a por ella.
Brindo por este mes. Brindo porque es la frontera entre el final y el inicio. Es hora de que nos preguntemos qué hemos aprendido este año y de que para el año que entra aprendamos de una vez la lección, hay que ser un poquito más inconformistas y perseguir nuestras metas, nos cueste lo que nos cueste. 
Querido Diciembre, te estaba esperando... Eres como un bálsamo para un mundo que está en proceso de oxidarse. Yo no quiero pedir nada este año por reyes (y que conste que me he portado bien), me conformo con cambiar los ingredientes y mejorar la receta de la vida. Ahí fuera hay gente que necesita volver a creer, volver a tener una razón de peso. Gente que paga los desastres de una sociedad que ha perdido el hilo. Las noticias se empeñan en decirnos que estamos sufriendo una crisis económica mundial pero se olvidan de que también estamos sufriendo una crisis moral. Estamos empezando a abrir los ojos y a caer del burro. A darnos cuenta de que no todo es tan fantástico como queríamos verlo. Y sí, la realidad duele.
Que no os entre la nostalgia ahora, sé que habrán grandes ausencias, a todos nos pasa, pero recordar a quienes ya no están no es malo, es símbolo de que aún siguen presentes. Y ese es el mayor regalo que podéis hacerles.
No pretendo anunciar que la Navidad ha llegado al Corte inglés, sino recordaros que aún hay cosas que merecen la pena y que es tiempo de buscarlas.

1 comentario: